‘Vivir plenamente hacia lo interior igual que hacia lo exterior, no sacrificar nada de la realidad externa en beneficio de la interna y viceversa.’
(Etty Hillesum)

La técnica y el sentido

La película Profesor Lazhar me ha dejado pensando sobre una cuestión que me inquieta desde hace tiempo: la falta de confianza en la relación educativa como lugar de sentido, aprendizaje y creatividad.

El desarrollo técnico (no me refiero solo a los medios tecnológicos, sino también a las innovaciones didácticas) ha traido consigo una especie de deslumbramiento, como si éste fuera capaz, por sí mismo, de dotar de sentido a una clase. Y así, sin casi darnos cuenta, se termina priorizando el 'cómo' sobre el 'qué', el 'para qué' o el 'hacia dónde'.
En este marco de cosas, la burocratización juega también un papel importante. Cuando, ante cada situación, se nos da un camino prefijado, se puentea lo imprevisto, se deja de mirar con más hondura lo que ocurre, hay más dificultad para acoger lo que no encaja en ese guión. Desde ahí, es fácil que se silencien cuestiones fundamentales y que los comportamientos se vuelvan impostados.
Del mismo modo, la fortuna de contar con especialistas de la psicología o de otras áreas en los centros, en vez de ser un apoyo a la relación docente, a menudo se convierte en un lugar donde delegar lo más arduo y difícil.
Por todo ello, no es extraño encontrarnos con instituciones educativas donde se confía más en las leyes, en la tecnología y en la especialización que en la propia relación.
Y, cuando la relación deja de estar en el centro de la enseñanza, ésta pierde sentido, verdad y profundidad.

2 comentarios:

Carmen dijo...

Qué razón tienes Graciela. Gracias por la reflexión. Yo dejé de hacer power point en clase porque me di cuenta que hablaba con la pared. A partir de ese día mi relación con el alumnado mejoró. Esto no quita dificultad alguna a estar en clase, le da...

Anónimo dijo...

Tal cual.