Esta mañana me desperté cuando el cuerpo quiso, sin atender a despertadores ni a la presión horaria. Me desperecé, me duché tranquilamente y desayuné.
Y ahora estoy aquí, escribiendo en este blog después de haber disfrutado con lo que han escrito otras y otros en los suyos.
Cuando acabe con esto iré a dar un buen paseo para luego centrarme en el trabajo hasta que sea hora de hacer la comida. Bueno, quizás ponga una lavadora.
Este ritmo, en el que me siento muy presente en las cosas que hago y en el que todas esas cosas que hago tienen su espacio en mi vida, es para mí un ritmo sostenible.
Este es el ritmo desde el que me siento cómoda para hablar de la sostenibilidad de la vida, del mundo, del planeta, de la economía o de la política.
Por el contrario, cuando siento que el ritmo con el que me muevo y hago las cosas no me permite sentir lo que hago ni atender con cuidado a mi propia presencia, las conversaciones sobre la sostenibilidad pierden asiento y solidez, se me hacen insostenibles.
Quizás tenga razón mi amiga Ana cuando me dijo que la sostenibilidad empieza en la propia casa, en la propia vida...
4 comentarios:
gracias por pensar en esto pero gracias, sobretodo, por sentarte a escribirlo...
leyendote he visto lo fundamental que es que el ritmo de trabajo me permita estar y sentir lo que hago..es un ritmo que a mi me permite estar mas disfrutón (como creo que dijo pepe,,jeje)en lo que estoy haciendo, incluso aunque lo que este haciendo sea más divertido o más aburrido...
Vivir cada momento...con la máxima intensidad, observar los pequeños detalles disfrutar de lo mucho que pueden captar nuestros sentidos.En todo eso estoy me estoy trabajando...
gracias por tu entrada...me ha hecho pensar.
ayer me sentí feliz limpiando la nevera... :-) jejejeje!
un beso guapa
Me gusta eso de la sostenibilidad empezando por los ritmos de la propia vida, del propio cuerpo.
besitos
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