‘Vivir plenamente hacia lo interior igual que hacia lo exterior, no sacrificar nada de la realidad externa en beneficio de la interna y viceversa.’
(Etty Hillesum)

¿A quién temen en realidad?

Vivo al lado del estadio Vicente Calderon, o sea, al lado del lugar donde ayer se jugó el partido Atletico de Madrid - Real Madrid.
El partido se jugaba a las 10 de la noche.
A las ocho de la tarde, cuando volvía de un paseo con mi pareja, la calle que me llevaba directamente hacia mi casa estaba cortada por la policía porque los integrantes del Ultrasur iban a pasar por allí.

Le expliqué a un policía que vivía justo en la esquina y que no tenía sentido dar tanto rodeo, pero él no atendió a razones y simplemente me dijo: ¿qué parte del NO es la que no entiendes?
En ese instante recordé que se trataba de un policía, dejé de increparte y, con el enfado en la piel, di un gran rodeo para poder llegar a mi casa.
De pronto sentí una sensación que, salvando todas las distancias, tiene algo en común con lo que viven muchas mujeres maltratadas que se ven encerradas en una casa de acogida para salvar el pellejo ante un maltratador que anda suelto.
Sentí rabia, decepción e incomprensión. Me pregunté por qué ponían trabas a que yo pasara por esa calle, cuando eran a otros a los que se temía.
¿No hubiera tenido más sentido contar el paso a los integrantes del Ultrasur en vez de a las vecinas y los vecinos el barrio? ¿Qué intereses se esconde detrás de esta maniobra?
Además de enfadada, me quedé intrigada. Creo que la lógica que sostiene el espectáculo del fútbol tiene algo que yo todavía no sé qué es, algo que quizás explique de un modo razonable porque hay tremendo despliegue de medios para despejar el paso a un grupo que es archiconocido por su violencia.

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