Hoy traigo aquí una especie de confesión...
Tengo cicatrices en mi cuerpo, en mi espíritu, en mi voz.
Son cicatrices por dos intentos de violación, por el acoso del profesor que impartía mi materia favorita, por las miradas que pretenden aún hoy en día atrapar mi espíritu, por como algunos hombres han intentado caricaturizar mi entrega y mi amor, por muchas cosas que me suceden por el simple hecho de presentarme al mundo con un cuerpo de mujer.
Tengo también otras cicatrices. Son cicatrices por un corte certero que un día me dio un cirujano para salvarme la vida. Algunas no se han cerrado del todo.
“Para pensar la desdicha hay que llevarla en la carne, hundida muy adentro, como un clavo, y llevarla largo tiempo, a fin de que el pensamiento pueda hacerse lo bastante fuerte para mirarla…” – Simone Weil -.
El otro día, preparando una sesión sobre erotismo, sentí una fuerte revoltura en mi interior.
Ante esto, decidí MIRARME, me fui a caminar junto al río y, en un ejercicio atento de autoescucha, fui sacando capas a la cebolla de mi revoltura.
De pronto VI, sentí, palpé, el escudo que tengo dentro de mí. Un escudo sutil, pero muy potente, que me hace caminar defendiéndome de mis cicatrices y heridas, ninguneándolas..
Al VERLO, vi también que estas heridas y cicatrices son yo y que, al cerrarlas a cal y canto, estaba encarcelando la posibilidad de ser en mi totalidad, de darme entera al mundo, de vivir las cosas a flor de piel.
Si reniego de las heridas, siendo una mujer herida, reniego de mi piel…
Renegar de mi piel es renegar de mi ser erótico.
Como un rayo atravesando mi cuerpo, vi todo esto con una claridad tan profunda que no sé si hay palabras para explicarlo.
Lo vi, del mismo modo que vi la belleza del cielo, de los árboles, de la abuela que apenas puede moverse tomando el sol, de una pareja besándose y jugando.
De pronto, yo era un todo con el mundo, con la vida.
Sentí un amor tremendo por la vida, por la gente que estaba caminando al lado mío, por las otras mujeres que andan heridas, por esa otra herida masculina que aún no termino de captar en su totalidad.
En ese momento, no quería cambiar nada, todo me parecía perfecto así, tal cual era, incluso la herida y el dolor.
Si el erotismo vibra en los cuerpos, éste brilla en mí como un diamante en cuerpo herido.
No puedo erotizarme con otro cuerpo, es el único que tengo.
‘Busco palabras en este momento, no discursos. Palabras simples en un mar de silencio.’ – Delfina Lusiardi –
Desde ahí, siento que el consuelo, las ganas de borrar estas heridas o las invitaciones para mirar lo positivo obviando lo negativo de la vida, me separan de esa necesidad que tengo de estar con ese diamante que brilla en el dolor, la herida, la belleza, la emoción, la relación, la vulnerabilidad, la dependencia, la entrega.
Y, por tanto, me hacen entrar en contacto con la soledad, la soledad de quien vive algo que es casi tabú, casi innombrable.
Es una soledad que, a la vez, mueve el deseo, porque quiere conocer el misterio que hay en las aguas profundas de la soledad de otros y otras, y así, en ese camino, nace en mí el erotismo…
...¿Amor será regalar uno al otro la propia soledad? Es la cosa más profunda que podemos dar de nosotros. – Clarice Lispector -.
Ayer por la mañana escuché que Corea del Norte ha atacado a Corea del Sur, y, desde el amor que se ha instalado en mi cuerpo herido, pude sentir la llaga que vuelve a abrirse en ese lugar del que apenas sé nada.
Y, atenta a la herida, el pan con queso y mermelada me supo a gloria…
3 comentarios:
vuelvo a llorar de emoción, de amor, de dolor. Gracias por hacer política de verdad.
Un beso enorme
rakataka booom!
Cuantas más heridas siento en mi cuerpo y en el de las personas que amo, más estoy en el momento presente...
Gracias por tu valentía...
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