Fotografía de Aida Pascual |
Fui débil, cansada y ocurrió algo imprevisto que, en realidad, ya me había pasado otras veces.
Mi cabeza dejó de controlar, de intentar hacerlo bien y simplemente se dejó llevar por lo que allí ocurría. Así, como si entendiera por fin que ella también es cuerpo, puso la energía justa, ni una pizca más de la necesaria. Y, en contra de la lógica, la lucidez se apoderó de mí, sentí la claridad en cada una de mis palabras y mi cuerpo se volvió presencia pura.
Fue como si el cuerpo me enseñara el camino para pensar con sentido y de qué está hecho el cansancio.
Desde la dolencia me trajo la posibilidad de entender profundamente qué significa unificarse, qué significa vivir cuando el cuerpo y la mente se dan la mano y dejan de luchar.
¡Ay! Ojalá supiera vivir siempre unificada...
3 comentarios:
ah, ojalá pudiera siquiera imaginar qué se siente al conectar(se) así :-(
un abrazo, Graciela, gracias por tus palabras.
El dolor intenta decirnos eso exactamente, pero sólo nos apartamos de él...
Celebro tu experiencia.
Sí, a veces se hacen amigos... a veces.
Un abrazo.Lenteja
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