La infancia, mi hermana y yo, el patio, jugamos y jugamos y jugamos...
¡Qué lejos queda!
La seriedad que requiere todo juego nos trajo un torbellino de emociones.
Ensayamos la vida, lo real, nuestros sueños.
En los encuentros y desencuentros descubrimos ese arte tan difícil y necesario que es la relación.
Tuvimos un lenguaje cómplice y una raíz común.
Hoy, cuando la veo, veo la huella de esa raíz, veo su forma singular de alimentarla, recrearla y transfor- marla.
Veo también una especie de espejo que refleja lo que yo he hecho con esa raíz, con esa huella que, sin ninguna duda, ahí sigue en mí.
Lo que quiero decir es que esta relación, por el solo hecho de existir, me da la oportunidad de poner consciencia a la hora de actualizar, de darle presencia y presente, a mi propia historia.
Algo parecido sucede, aunque con una dimensión muy distinta, cuando revisito paisajes, cuyos olores y colores han impregnado momentos cruciales de mi vida:
Y, como no, cuando revisito a esas amigas que, por todo lo vivido y compartido, son casi como hermanas.
Es que, al fin y al cabo, nuestro presente es lo que es gracias a lo que hemos sido capaces de crear con las huellas dejadas por la historia, nuestra historia.
3 comentarios:
que guapa estás en todas las fotos, aunque ahora sonries más..jeje. Qué importante jugar y jugar
Holaaaa
Qué impresionante tu tierra!
Y qué importante el pasado para ser presente
En el blog no se le puede dar al "me gusta" como en facebook, pero existe el "me encanta", besos, Carmen
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