‘Vivir plenamente hacia lo interior igual que hacia lo exterior, no sacrificar nada de la realidad externa en beneficio de la interna y viceversa.’
(Etty Hillesum)

Y la vida...

No es extraño escuchar a personas alentándonos para que, a pesar de todo lo que está pasando, no dejemos de disfrutar de la vida.
Este tipo de invitaciones me inquieta, no me deja quieta, me lleva a preguntarme qué horizonte esconde esta propuesta tan seductora.

No digo nada nuevo cuando digo que el capitalismo es una estructura que se alimenta, no solo dando la espalda a la vida, sino esquilmándola.
No es extraño, por tanto, que todo el trabajo y cuidado que tantas mujeres y algunos hombres ponen para gestionar y sustentar la vida sigan siendo tan invisibilizado, banalizado e infravalorado, como si se tratara de un trabajo menor y no del trabajo más importante para nuestra suspervivencia.
No es extraño que tantas madres y algunos padres se vean haciendo malabarismos para encontrar dónde dejar a sus criaturas, sin que ello implique arruinarse, a la hora de acudir a sus empleos o a su búsqueda.
No es extraño que el planeta esté al borde del colapso.
No es extraño que Bankia esté siendo más mimada que nuestra sanidad.
No es extraño que el hambre siga siendo tratado como un mal menor.
No es extraño...

Teniendo todo esto muy presente, apostar por el cuidado y la intensidad de la vida, del conjunto de la vida, es entrar en el terreno de lo subversivo. Es una apuesta que abre un conflicto agudo e intenso con la lógica rapiñera que pretende abarcarlo todo. Es una apuesta que sirve como detonador de más vida en cada vida y en el mundo.
Ahora bien, cuando se habla de disfrutar de la vida como un mero adorno o consuelo, o sea, como un modo de dar la espalda a lo que está pasando para no sufrir, se habla de una estrategia que, no solo no cambia nada, sino que puede llegar a ser cómplice con el orden de cosas imperante, ése que, paradojicamente, deja en el silencio y en la soledad el sostenimiento de la vida.

Mientras tanto, en Grecia, hay hombres que se suicidan en la plaza pública, poniendo de relieve que el capitalismo y la vida son irreconciliables.

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