El otro día, casi por casualidad, vi este documental en el que, con mucho cariño, se habla de la figura de César Manrique.
Alguien que, gracias a su mirada de artista, fue capaz, no solo de reconocer la belleza de Lanzarote, sino también de facilitar el camino para que las y los demás también la pudieran apreciar.
Alguien que, por amor a esa belleza, fue capaz de incidir en el territorio trayendo más belleza aún, lo que contrasta bastante con lo que suele ser habitual en este tipo de prácticas.
Alguien que, con su sola presencia, ayudó a mi familia y a gran parte de la gente de los pueblos conejeros a entender que el color blanco, en la fachada de cualquier casa, es un gran aliado de la luz, de la complicidad entre el vecindario y del cuidado.
Alguien que, por amor a su tierra, dio una gran bocanada de aire y de fuerza a la defensa de la isla ante la especulación destructiva.
Yo me siento muy agradecida a su huella que, a pesar de la presión de la industria hostelera y turística, aún perdura.
2 comentarios:
Me dan muchas ganas de conocer tu isla y de la mano del libro que me regalaste. Ya lo hemos hablado en casa y cuando podamos te hacemos una visita.
Pepe, a ver si es verdad, sería un placer... Besos.
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