‘Vivir plenamente hacia lo interior igual que hacia lo exterior, no sacrificar nada de la realidad externa en beneficio de la interna y viceversa.’
(Etty Hillesum)

25 de noviembre

Hoy es un día de esos que me cuesta situarme.
No me es fácil hablar sobre la violencia contra las mujeres cuando hay tanto ruido alrededor de ello.
Pero la emoción, la rabia, la pena y la impotencia siguen ahí.

Dicen que para prevenir la violencia contra las mujeres es necesario lograr la igualdad.
Pensando en este día y en las diferentes maneras de entender la igualdad, me han venido a la cabeza dos imágenes.

Una es la de una diputada que ha parido recientemente y que, renunciando a la baja correspondiente, ha sido elegida para coordinar el traspaso de poderes por parte del PP.
La otra imagen es de hace unos meses. La presidenta de una Comunidad Autónoma, después de unos pocos días de haber sido intervenida por un cáncer de mama, siguió su labor en dicho cargo como si no hubiera pasado nada relevante.

Estas dos historias me dan vértigo.
Me hablan de mujeres que, del mismo modo que lo han hecho tantos hombres a lo largo de la historia, han priorizado el ejercicio del poder sobre el cuidado de su propio cuerpo, sobre la atención a lo más básico de la vida.
¿Es esta la igualdad que queremos?

No sé cómo estas dos mujeres viven esta experiencia, tampoco sé si les hace felices ni si hay o no hay libertad en cada una de estas elecciones.
No me sale ni me atrevo juzgarlas a ese nivel.
Lo que si sé es que me asusta.
Me da miedo que mujeres y hombres con este tipo de apuestas vitales tomen decisiones cruciales para nuestros cuerpos y nuestras vidas.
¿De que nos sirve entonces la paridad?

Se me hace difícil hablar de esto porque la violencia contra las mujeres es, por si alguien lo ha olvidado, violencia sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Y es mucha la violencia que hay, demasiada...

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