‘Vivir plenamente hacia lo interior igual que hacia lo exterior, no sacrificar nada de la realidad externa en beneficio de la interna y viceversa.’
(Etty Hillesum)

La importancia de la escucha (1)

En la sesión de trabajo hecha en febrero con uno de los grupos que conforman el seminario 'Lo personal es político' trabajamos sobre la escucha, la soledad existencial y el deseo.
Tras esa sesión, hice una memoria recogiendo parte de lo trabajado.
Una de las participantes, Lupe Garcia, me pidió que trajera esa memoria a este blog.
Atendiendo a su deseo, traigo un retazo de este escrito con la intención de traer otros retazos en los próximos días.

Una existencia que da la espalda a cómo vivimos las cosas, a cómo las sentimos, al sentido que damos a todo lo que nos ocurre, produce esa desazón interior, esa sensación de come-come o de apatía, que llamamos soledad existencial.
Es que nuestra propia existencia se queda sola. 

Nos atiborramos de mensajes que nos invitan a actuar de un modo u otro para controlar dicha existencia, para no dejarla fluir. Lo que, a menudo, termina siendo una invitación a desconfiar de nuestro propio ser y, desde esa desconfianza, es fácil ponerse en manos de lo que otras y otros dicen que debemos ser.
Y así, nos atiborramos de teorías, de consejos, que aplastan, ningunean, rodean o controlan esa frescura, esa mirada curiosa, ese hormigueo que no es otra cosa que nuestro ser.
Como se lo oí decir un día a Antonio Guijarro, es curioso como se han establecido tantos tratados en los que no se permiten la injerencia de unos países en la autonomía de otros. Sin embargo, la injerencia en lo más sagrado de cada ser humano está a la orden del día, sin que a casi nadie le parezca sorprender.
 

Lo sagrado no es otra cosa que esa manera única y singular de sentir y vivir.  Otra cosa son las conductas, lo profano, lo externo. 
A veces, tratamos lo profano como si lo sagrado no tuviera peso en nuestras vidas. 
Y me explico con un ejemplo. Enseñar a una niña qué supone para su salud comer fuera de horas no va reñido con la escucha y atención a sus ganas de picotear, al conflicto que le supone desear esto y no poder hacerlo, a su modo particular de resolver esta cuestión.
Sin atención a su forma de sentir este mensaje, es probable que esta niña deje de picotear, pero no porque lo haya visto desde sí, sino por miedo a las represalias que esto le pueda suponer. No sería extraño tampoco que, por ejemplo, picoteara a escondidas.


El deber ser es un mapa que nos puede orientar mientras nuestro ser esté minusvalorado, oculto, debilitado. Es la cultura que se nos impone.
Cuando nuestro ser despierta, podemos dialogar con la cultura e ir creando desde nuestra singularidad formas nuevas e imprevisibles de estar, hacer o pensar, transformando de este modo la cultura. 

Quizás sea esto lo que da tanto miedo...

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