‘Vivir plenamente hacia lo interior igual que hacia lo exterior, no sacrificar nada de la realidad externa en beneficio de la interna y viceversa.’
(Etty Hillesum)

¿Es la educación una inversión?

En la fachada de un IES que está cerca de mi casa vi una pintada que decía: 'La educación no es un gasto, es una inversión'.
Y, aunque estoy de acuerdo con que no se puede reducir la educación a un simple gasto, sentí una punzada en la tripa. Es que, a menudo, el cuerpo me dice cosas que a la razón le cuesta más tiempo comprender.

Ahora, con perspectiva, he podido entender que tampoco me quedo tranquila con una forma de entender la educación centrada en sus beneficios o en sus frutos, como si todo lo que ocurre en el día a día de cada aula no tuviera sentido por sí mismo, más allá de a dónde se llegue o se deje de llegar.
Creo que poner el acento de su valor en el fruto, o sea, en el futuro, es puentear la vida vivida en el presente, lo que, además, genera mucha desazón y ansiedad, más aún cuando el futuro al que nos enfrentamos es sumanente incierto.

Asimismo, la educación por la que apuesto es aquella que se da en relación y, desde ahí, nos permite comprender mejor el mundo en el que vivimos, pensar sobre nuestra forma de estar en él, interrogarnos e interrogar lo que nos rodea, experimentar habilidades diversas, mirar y sentirnos.
Es, por tanto, una educación apegada, no solo al rigor de los contenidos, sino también a la vida que palpita.
Para mí, el éxito escolar, más que cuando el alumnado aprueba o llega a convertirse en personas de provecho, se da cada vez que éste es feliz, piensa, descubre, crea, se interesa por las y los demás, pone en juego los cinco sentidos a la hora de aprender, o sea, cada vez que siente que en la escuela su vida tiene sentido.
Y nada de esto tiene precio ni puede medirse en términos de rentabilidad.

Además, la palabra inversión me lleva a ese simbólico que habla del alumnado en términos de capital humano. O sea, es una palabra que me trae la imagen de un ser humano que, despojado de la vida vivida, soñada, sufrida y sentida, es reducido a su rentabilidad social o económica.
Creo, por tanto, que esa punzada que sentí tiene que ver con ese enredo que puede llegar a producirse cuando el lenguaje que usamos para desmantelar la lógica del capital tiene reminiscencias capitalistas.

En fin, que ojalá que la marea verde siga su curso y , si en ese camino, nos vamos despojando de capitalismo, pues mucho mejor.

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