Últimamente he escuchado a diversas personas dedicadas a la política y a la economía argumentar que para salir de la crisis es necesario volver a la senda del crecimiento.
A fuerza de escuchar sus palabras he ido comprendiendo que se refieren al crecimiento de la producción de mercancías, del consumo de masas, del volumen de negocios y de la posibilidad de acumular capital.
No se refieren al crecimiento de los árboles plantados con las semillas de toda la vida, del tiempo necesario para afianzar los lazos afectivos, de muchas criaturas que no llegan ni a los cinco años de edad, de la permanencia en un mismo puesto de trabajo, del número de personas sanas, etc...
Mi cuerpo se resiste a aceptar que esta senda que permite a algunas personas enriquecerse haciendo oídos sordos al palpitar de la vida sea, hoy por hoy, la senda dominante.
Ante esto, propongo darnos un respiro largo y sosegado, sentir la vida con los cinco sentidos y, con la vida a flor de piel, ponernos a pensar o a repensar sobre qué queremos en realidad que crezca y qué queremos que decrezca.
Y, desde ahí, seguir caminando..
Hay gente que ya lleva tiempo pensando...
1 comentario:
Tu reflexión me ha recordado a lo que dice Yehudi Menuhin
"Lo importante no es la nación y su territorio, sino las culturas.
Las naciones protegen las fronteras,
mientras que las culturas protegen el árbol de su jardín,
las culturas preparan semillas que el viento lleva por todas partes
y no conocen fronteras (...)
así la nación y el estado soberanos defienden las fronteras, los muros,
mientras que el jardín por el contrario pasa por encima de ellos,
son dos movimientos contrarios."
Tus palabras y las de este hombre me llevan a pensar en algunas identidades asesinas de gente que me rodea, en apegos que destruyen, en calcamonías de vida, en intentar imitar la vida de otras personas sin preguntarme dónde estoy yo, qué me mueve por dentro, cómo vivo lo que escucho, qué deseo...
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